sábado, 22 de agosto de 2009

Modelos y Silenciamiento














(Extracto del libro: Antropología y Feminismo de
Henrietta L. Moore)

Edwin Ardener fue uno de los primeros en reconocer la importancia del androcentrismo en el desarrollo de los modelos explicativos en antropología social. Ante este hecho, propuso una teoría de "Grupos Silenciado", a tenor de lo cual los grupos socialmente dominantes generan y controlan los modos de expresión imperantes. La voz de los grupos silenciados queda amortiguada ante las estructuras de dominio y, para expresarse, se ven obligados a recurrir a los modos de expresión y a las ideologías dominantes.

Un grupo de este modo abocado al silencio o neutralizado (gitanos, niños o delincuentes) puede considerarse un grupo "silenciado", y las mujeres sólo son un ejemplo entre muchos otros. Según Ardener, el "silenciamiento" es fruto de las relaciones de poder que se establecen entre grupos sociales dominantes y subdominantes. Su teoría no implica que los grupos silenciados permanezcan realmente callados, no que sean necesariamente ignorados por la investigación empírica. Como el propio Ardener señala, el que las mujeres hablen muchísimo y el etnógrafo estudie minuciosamente sus actividades y responsabilidades, no impide que sigan "silenciadas", dado que su modelo de la realidad, su visión de mundo, no puede materializarse ni expresarse en los mismos términos que el modelo masculino dominante.

Las estructuras sociales eminentemente masculinas inhiben la libre expresión de los modelos alternativos y los grupos dominados deben estructurar su concepción del mundo a través del modelo del grupo dominante. Para Ardener, el problema del silenciamiento es un problema de comunicación frustrada. La libre expresión de la "perspectiva femenina" queda paralizada a nivel del lenguaje directo de todos los días. La mujer no puede emplear las estructuras lingüísticas dominadas por el hombre para decir lo que quisieran decir, para referir su visión del mundo. Sus declaraciones son deformadas, sofocadas, silenciadas. Ardener sugiere, por consiguiente, que las mujeres y los hombres tienen distintas "visiones del mundo", distintos modelos de sociedad. A continuación compara la existencia de modelos "masculinos" y "femeninos" con el problema del androcentrismo en los informes etnográficos.

Ardener alega que los tipos de modelos facilitados por los informantes varones pertenecen a la categoría de modelos familiares e inteligibles para los antropólogos. Ello se debe a que los investigadores son varones, o mujeres formadas en disciplinas orientadas hacia los hombres. La propia antropología articula el mundo en un idioma masculino. Partiendo de la base de que los conceptos y categorías lingüísticas de la cultura occidental asimilan la palabra "hombre"a la sociedad en su conjunto -como ocurre con el vocablo "humanidad" o con el uso del pronombre masculino para englobar conceptos masculinos y femeninos- , los antropólogos equiparan la "visión masculina"con la "visión de toda la sociedad". Ardener concluye que el androcentrismo no existe únicamente porque la mayoría de de etnógrafos y de informantes sean varones, sino porque los antropólogos y las antropólogas se basan en modelos masculinos de su propia cultura y para explicar los modelos masculinos presentes en otras culturas. Como resultado, surge una serie de afinidades entre los modelos del etnógrafo y los de las personas (varones) objeto de su estudio. Los modelos de las mujeres quedan eliminados.

Las herramientas analíticas y conceptuales disponibles no permiten que el antropólogo oiga ni entienda el punto de vista de las mujeres. No es que las mujeres permanezcan en silencio; es sensillamente que no logran ser oídas. "Las personas con formación etnográfica experimentan una cierta predilección por los modelos que los varones están dispuestos a suministrar (o a probar), en detrimento de aquéllos proporcionados por las mujeres. Si los hombres, a diferenciasensillamente debido a que la conversación tiene lugar entre semejantes"

Ardner propone una identificación correcta del problema que supera las barreras de la práctica antropológica, para pasar al marco conceptual en el que reposa dicha práctica. La teoría siempre se inspira en la forma de recopilar, interpretar y presentar los datosy, por consiguiente, nunca será imparcial. La antropología feminista no se reduce, pues, a "añadir" mujeres a la disciplina, sino que consiste en hacer frente a las incoherencias conceptuales y analíticas de la teoría disciplinaria. Se trata, sin duda alguna, de una empresa de una envergadura, pero la cuestión más acuciante es saber cómo acometerla.




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